La parte más aterradora fue la quietud que reinaba en la sala.
Nian Xiaomu se sentó en el sofá y mantuvo esa misma posición durante mucho rato.
Sus dos ojos estaban bien abiertos; ella parecía estar sospechando que había sufrido una alucinación auditiva.
Él dijo que no le había enviado flores ni chocolates...
En ese caso, ¿quién fue el que le regaló esas cosas?
Nian Xiaomu miró a Yu Yuehan, quien estaba sentado frente a ella. Cuando una capa de neblina se cernió sobre su hermoso rostro, fue muy evidente que él también estaba reflexionando sobre la misma pregunta.
A juzgar por la mirada que le lanzó a ella, fue como si su esposa lo hubiese engañado a él; pero ella igual tenía la desfachatez de regresar a casa de una manera arrogante.
Nian Xiaomu: —¡...!
¡Nian Xiaomu tenía muchas ganas de propinarse dos buenas bofetadas ahora!