El agua de mar se adhería a sus ropas y la salinidad se podía saborear en sus labios.
Un sonido de timbre emergió de los pantalones del joven. Era su teléfono. Una canción comenzó a sonar suavemente. "La vida no duraría para siempre, las lágrimas en el rabillo del ojo...
Este mundo nunca es lo suficientemente grande, la sonrisa que tienes cuando me miras..."
La multitud desvió la mirada hacia las tres palabras en la pantalla del teléfono. "Pequeño secretario Mo".
El teléfono seguía sonando. Nadie estaba seguro de si debían responder a la llamada en nombre del joven.
El último atisbo de calor abandonó los cielos.
Debajo del resplandor, la joven yacía inmóvil, su brazo izquierdo sangraba y sus largas pestañas oscuras caían hacia abajo. La mitad de su hermoso rostro estaba protegido por su cabello plateado, la otra mitad pálida pero exquisita.