A la noche, en la mansión en la ciudad Jiang, Feng Shang miraba al hermano bajar el celular y tartamudear.
—¿Es-es el capitán Qin?
—No.
La mirada de Feng Yi se profundizó.
—Alguien entró al estadio para crear problemas durante la competencia, lo cual no parece normal. Voy a hacer que alguien investigue.
Feng Shang suspiró profundamente.
—¡Sí-sí, investiga, cual-cualquiera que le haga bullying a mi ídolo será mejor que no me deje saber su usuario de juego o-o yo-yo les voy a hacer bullying-bullying todos-los-días!
—Ellos puede que no jueguen.
Feng Yi miró al hermano ingenuo.
—En el futuro, más personas van a empezar a gustar de ustedes y, para algunos, el afecto de ellos puede que no sea por las habilidades de juego de ustedes, sino por sus apariencias. Algo de ese afecto incluso puede ser un tema de conversación. Tienes que acostumbrarte a eso.
Feng Shang tensó los puños.
—No-no estoy acostumbrado a eso.
