—Debería agradecerte por eso, ¿eh?
Cuando la voz de Qin Mo se acercaba, siempre se sentía la presión.
Pero Fu Jiu nunca tuvo miedo de eso. Ella sonrió.
—¿Qué? ¿Hermano Mo, por fin decidiste entregarme tu cuerpo? Si es así, puedo considerar llevarte sin una dote.
Qin Mo miró al joven y presionó la capucha de Fu Jiu hacia abajo con la mano.
—Considérate suertudo de que eres el más joven.
Ella, de hecho, tomó ventaja de su joven edad. Fu Jiu dio vuelta la capucha para cubrirse la cara al ver los deliciosos pinches de carne que servían. Ella podía oler las especias en ellos, estaban perfectamente asados y todavía les caía aceite...
¿De quién fue la idea de ir a comer kebabs?
Ella se dio cuenta de que fue su idea, así que se subió el cierre y miró hacia la dueña con profunda frustración.
—¿Está lista mi sopa de huevo?
—Ya viene, ya viene.