Estoy jodida.
Ese era el único pensamiento que quedó en la mente de Fu Jiu.
El tiempo parecía que se había congelado para los dos en el momento en que Qin Mo agarró el teléfono.
Luego de una rara pausa de medio segundo, Qin Mo miró hacia el joven hombre en la cama.
El joven hombre también lo miraba y, por el rostro excesivamente lindo de él, cuanto más Qin Mo lo miraba… Más quería el castigarlo.
—¿El que está arriba? ¿Tú?
Qin Mo arqueó las cejas hasta la mitad y curvó los delgados labios en una sonrisa. Él permaneció parado al lado de la cabecera, mientras bajaba la mano izquierda y la apoyaba en la sabana.
Fu Jiu sintió fuertemente que la cama se hundió un poco porque el Todopoderoso había presionado hacia abajo.
Qin Mo se inclinó hasta la mitad y presionó las rodillas contra el colchón. Las piernas se veían ridículamente hermosas de ese modo.