Mientras que él agachaba la cabeza para hablar, toda la respiración caliente de él cayó a los odios de Fu Jiu.
Se acomodó la postura. Fu Jiu miró hacia los profundos ojos del hombre que estaba enfrente de ella, mientras que lo escuchaba decir la oración final: —No vamos a salir hoy.
Después de eso, el hombre colgó el teléfono. Mientras que se caían las pestañas de él, proyectaron una sombra gruesa en sus mejillas, lo que hizo que le resaltara el perfil extraordinario y apuesto.
Fu Jiu giró la cabeza para evitar ver esa escena.
Qin Mo miró la mejilla del joven hombre y dijo brevemente: —Reescribí eso.
Era de verdad estresante tener un profesor así.
Fu Jiu movió la lapicera en la mano rápido y se sintió como una cucaracha que luchaba.
La presencia de ese dios era tan fuerte que nadie podía siquiera lidiar con él. Pero había una cosa realmente buena.