Los ojos del soldado se iluminaron al final, animándose. —¿Parece que realmente vas a volver?
Qin Mo permaneció en silencio, con la mirada fija en el papel que tenía en sus manos como si tratara de aclarar algo.
El soldado quiso decir más, pero Qin Mo ya había abierto la puerta del coche y estaba saliendo; con un paraguas negro puro sobre su cabeza mientras las gotas de lluvia goteaban hacia abajo.
Nadie podía ver su expresión bajo el paraguas o el profundo par de ojos bajo su oscuro cabello.
El papel se arrugó entre sus palmas.
Hasta ese momento, el inestable latido de su corazón aún no se había calmado. Incluso sus respiraciones eran apresuradas.
Cuando la Señora Zhang lo vio, salió corriendo con una chaqueta.
Pero antes de que pudiera salir, Qin Mo ya estaba de vuelta, con el paraguas doblado aún mojado.
Tanto sus hombros como sus oscuros mechones estaban húmedos.