El casero de la familia Wu nunca esperó la llegada de Qin Mo. Su cara florecía, en el momento en que el coche entró y gritó: —Notifiquen a la Joven dama que el Joven Señor Qin está aquí.
—Sí. —El sirviente empezó a correr, levantando los espíritus de la mansión.
Una vez que el coche estaba estacionado, Qin Mo no se bajó inmediatamente, sino que usó una almohada para reemplazar su muslo izquierdo para que la joven pudiera recostarse allí.
Sus dedos acariciaban la suave y sedosa piel antes de abrir la puerta del coche.
Qin Mo no se había quitado el uniforme, parecía un comandante galáctico de un cómic, deteniendo a otros en su camino por un segundo vistazo.
La familia Qin siempre había estado orgullosa de ser educada antes de una pelea.
Por lo tanto, no había ni una pizca de ira en su cara.
Sin embargo, sus labios se curvaron en una enigmática sonrisa.
