—Susu, ¿cómo puedes decir eso de tu abuela?
Su figura encorvada estaba impresa en su visión.
Han Susu sonrió con suficiencia. —¿Por qué no puedo decir eso? Ella debería saber de sus propias maldades.
—La abuela ya ha tocado sus conexiones por ti.
Han Susu se tiró de las mangas. —Hermano, no te preocupes por ella, piensa en maneras de sacarme.
¿Ella quería que pensara? ¿De qué forma lo hizo?
—Está bien, lo pensaré.
La vieja señora Han escuchó su conversación, y se dirigió a la oscuridad paso a paso.
El viejo dicho tenía razón: La riqueza no duraría más de tres generaciones.
Viejo, esa familia iba a colapsar.
Pero eso no fue lo peor.
El corazón de un humano era lo peor. ¿Cómo podía ser así?
—Los tiempos han cambiado, los tiempos han cambiado. —Ella suspiró, sonando melancólica.