Al ver la cabeza esponjosa del joven hombre y con una expresión apagada, la voz normalmente baja de Qin Mo se recuperó un poco.
—Entonces, no juegues trucos conmigo. Te até para enseñarte a no coquetear más con la gente, tanto en la vida real como en los juegos, sin importar si son hombres o mujeres.
¿Qué más podía decir Fu Jiu?
El hermano mayor le estaba hablando con total altanería al hermano menor.
Por suerte, ese dios no siguió atacándola.
Pero el siguiente movimiento de Qin Mo sorprendió a Fu Jiu.
El modo en el que posó parecía como si se estuviera sacando la ropa de manera fluida; tenía su propia marca de frialdad.
Quizá porque el cuerpo de él era muy lindo, incluso sin ropa o accesorios, era que ese hombre daba una sensación vaga de sagrado e inmovilidad con solo estar parado ahí.