Poco después, otros cuatro barcos de mar lo siguieron.
Los marineros de la zona nunca habían visto a nadie conducir los barcos de esa manera. No era solo la velocidad alarmante, se movían al unísono, sus movimientos limpios y sincronizados con un aura formidable.
Nadie se atrevió a acelerar directamente hacia una explosión ya que el bote había comenzado a perder aceite. Nadie podía predecir la posibilidad de una segunda explosión.
Los marineros en el muelle todavía estaban esperando equipo profesional antes de dirigirse. No habían esperado ver cinco botes acercándose a toda velocidad sin una pizca de vacilación. Incluso las personas en el barco sabían que la ayuda no llegaría tan pronto. Había llamas dispersas alrededor del barco, lo que reducía las posibilidades de supervivencia.
El tiempo siguió pasando.