Varios rayos atravesaban el cielo, iluminando las negras paredes de la ciudad.
Con una bolsa de cuero en la espalda y el Hacha Huracán en la mano, Derrick Berg estaba parado afuera de la entrada a una cueva con casi diez de sus compañeros de equipo.
Levantando su mirada, vio que, entre las piedras agrietadas de la muralla de la ciudad, el negro suelo seco y endurecido estaba encostrado, pero, aun así, en él habían crecido un montón de malezas tenaces; estaban densamente agrupadas y parecían cabello humano.
En ese momento, retiró apresuradamente su mirada y miró hacia la puerta de la ciudad ya que escuchó pasos ligeros.
Mientras la luz de los rayos y la oscuridad se alternaban, una figura alta se acercaba lentamente, llevando dos espadas rectas que se cruzaban sobre su espalda.