La interminable mente de la espada siguió corriendo contra la voluntad de Han Sen, e incluso a Han Sen le resultó difícil resistir. Sintió como si estuviera cayendo en un abismo, donde la esperanza y la fuerza vital se habían ido para siempre.
Si otros hubieran estado en sus zapatos, sus voluntades se habrían roto. se habrían dado por vencidos. Pero Han Sen no sabía lo que significaba rendirse. Debajo de esa presión, su mente seguía tan dura como el acero cepillado, y se aferró a la poca fe que tenía.
En un momento como este, el éxito no se logra a través de la fuerza. Tampoco se trataba de talento. Todo estaba determinado por la personalidad de una persona y las experiencias previas que le habían dado forma.
Si sus personalidades eran débiles, no importaba cuán refinadas fueran sus habilidades; su voluntad se derrumbaría. Esto fue cierto incluso para las súper élites.