Han Sen pensó que lo mejor era refugiarse en el Valle Escondido, pero otros treinta kilómetros de viaje no eran una distancia pequeña con su vida en peligro perpetuo.
Volvió a tropezar y, reconociendo que iba a fallar en el último regateo, convocó a su Paraguas de Baluarte para que lo defendiera. El paraguas chocó contra la lanza y la repelió, pero no fue sin costo. El sonido que hizo fue terrible y el paraguas sonó como si estuviera en el precipicio de la ruptura.
Con la fuerza de ese golpe, Han Sen y el paraguas fueron destruidos pero era la oportunidad perfecta para que Han Sen ganara aún más distancia de su perseguidor una vez más.