—Suena como una gran fruta —dijo Han Sen con una sonrisa.
—Si fueras un emperador que no hubiera abierto diez cerraduras genéticas, no te invitarían. Oh, lo que daría por probarla yo mismo —dijo el Bebé Fantasma.
—Temo que me maten antes de que mis labios toquen la piel de la fruta —dijo Han Sen.
Era obvio que la invitación de Han Sen no era de simple cortesía; después de todo, la Emperatriz del Loto lo había marcado en el Segundo Santuario de Dios. Era un humano con sólo nueve cerraduras genéticas abiertas, así que sólo eso era suficiente para que las sirenas de su cabeza empezaran a sonar.
Mientras Han Sen pensaba en lo que debía hacer, el objeto que le dio la Emperatriz del Loto se iluminó. Un vídeo reproducido ante él, como un holograma botánico. Han Sen lo miró atentamente y reconoció a la figura de la imagen que tenía delante como la propia Emperatriz del Loto.