Todos los humanos, espíritus y criaturas del refugio pudieron formar parte del Emperador Abanico Santo, reducido a una masa bulbosa y carnosa siempre que el miserable espíritu deseaba la transformación.
Muchos de los ancianos consideraron la posibilidad de suicidarse para evitar tan espantoso destino. Pero sabían que si lo intentaban, Abanico Santo los haría resucitar y los obligaría a soportar un castigo mucho más grande que el que una muerte agotadora les podría deparar.
Rodman estaba más desesperado que nunca, reconociendo la terrible condena que inevitablemente le esperaba. Reunir la fuerza para marchar como un esclavo, todos los días, con una soga malvada como la que tienen sobre sus cabezas era un logro monumental; especialmente con el conocimiento de que ni siquiera la misericordia de la muerte podría ser obtenida.