El hombre había descubierto a Han Sen, así que no tenía sentido seguir escondiéndose. Cuando salió de los arbustos, lo hizo empapado en agua.
—Amigo, ¿de qué estás hablando? ¿Qué fruta? —Han Sen se hizo el tonto.
—¿Humano? —La mirada intimidante del hombre se convirtió en una legítima sorpresa.
—Somos de la misma clase, ¿no es así? Me llamo Han Sen. ¿Cómo te llamas, amigo? —Han Sen pensó que era la oportunidad perfecta para reunir la información que quería.
El hombre respondió:
—No soy tu amigo, amigo. Y nunca he sido amigo de los humanos, así que no tengas la audacia de declararnos iguales.
—Lo dices como si no fueras un humano —dijo Han Sen.
El hombre dijo:
—No me confundan con uno de ustedes, de sangre fangosa y de vida baja. Pah, hablas demasiado. Iba a dejarte vivir, pero ahora...