Engalanado en el escudo rojo, Han Sen notó el tenue contorno de un pez. Era como un tiburón, pero tenía un aspecto aún más temible que eso. Detrás de la cabeza de esta imagen, había una extremidad parecida a un tentáculo que se extendía. De este tentáculo, algo colgaba.
Han Sen pensó que era un humano colgando del tentáculo. Era una imagen bastante desconcertante. El contorno del monstruo acuático era grande, y abarcaba todo el altar que estaba detrás de él, como un miserable centinela.
—¿Es esta una imagen del Rey del Río de Sangre? —Han Sen se preguntaba, mientras el trío se estrellaba contra la barrera que repelía sus intentos de atacar la tercera estatua. Ahora, reconocieron que su poder no era suficiente.
El escudo tenía diez cerraduras genéticas que lo alimentaban, eso era seguro. Los poderes ordinarios no iban a rayarlo y mucho menos a cortarlo.