Si había un poder al que Han Sen temía, tenía que ser el tiempo. El tiempo y el espacio eran una extraña combinación, pero el primero definitivamente lo convertía en el más cauteloso. Lo que podía lograr era tan fascinante como aterrador, y esto era lo que pensaba Han Sen al mirar a la Reina del Momento ahora.
Los humanos podían controlar el espacio, pero no el tiempo. No estaban lo suficientemente avanzados tecnológicamente para manipular el tiempo. En el santuario, las cosas eran un poco diferentes, y el tiempo allí podía ser controlado, o al menos manipulado.