—¿Cómo es posible? —El Rey Hueso Seco parecía estar sufriendo el rigor mortis. Era incapaz de moverse, congelado por la pura incredulidad.
Cuando golpeó el pez de madera por novena vez, Han Sen parecía dañado y bajo mucha presión. Pero cuando fue sometido al décimo y último golpe, el más brutal de todos, parecía estar bien. Estaba intacto, como el Rey Hueso Seco no esperaba que lo estuviera.
Desde los asientos de la audiencia, Qiu Ping sintió la felicidad de una manera que no había sentido en mucho tiempo. La mujer, por otro lado, no tenía palabras. Han Sen miró al Rey Hueso Seco con alegría. Había logrado controlar el bombeo de su corazón, haciendo que se moviera al ritmo de los latidos. Con el poder que fluía por el cuerpo de Han Sen, su sangre rugió por sus venas con la libertad y la ferocidad de una gran cascada. Sus vasos sanguíneos casi no habían podido soportarlo.
