Las cáscaras rotas eran extrañas de ver. No parecían haber sido sacadas de las criaturas con una buena arma. Toda la cueva estaba llena de conchas y no se encontró ni un solo ser vivo.
Cuando Han Sen llegó al punto más profundo de la cueva, se sintió consternado al saber que no había nada allí. No huevos: nada.
—¿Quién pudo haber hecho todo esto y roto los huevos? ¿Esto es obra de un humano o de un espíritu? —Han Sen frunció el ceño.
Pero no tenía sentido preguntarse ahora. Justo cuando Han Sen se preparaba para partir, se sintió abrumado por un escalofrío que sugería que estaba en peligro inmediato. Se dio la vuelta y lanzó un puñetazo sin pensar. Los guanteletes chocaron con una garra verde oscuro y cuando se encontraron, la fuerza lo envió volando hacia atrás. Mientras avanzaba por la caverna, rompió muchas paredes de cristal.