Han Sen estaba demasiado herido para volar, así que convocó a Caballero Desleal y ordenó que recogiera a Han Sen y lo llevara a un lugar seguro. Han Sen no había sido dañado físicamente, pero la luz había cristalizado en sus órganos, venas, músculos y huesos. Sin el lenguaje demoníaco, la luz no podría asimilarse con el cuerpo de Han Sen o irse. Estaba allí para hervir y endurecerse, dejándolo en una condición espantosa. Han Sen no había quedado paralizado, sino que se había vuelto extremadamente rígido. Pero lo que era peor, con su cuerpo obstruido, algo que prohibía la circulación de sus energías, ya no podía abrir ninguna cerradura genética.
El Caballero Desleal entregó a Han Sen a la estatua. Allí, Han Sen frunció el ceño y dijo:
—Ahora que estoy herido, ¿cómo nos vas a sacar de aquí?
El Rey Dragón respondió:
—Antes no podía, pero ahora que he absorbido la luz del Diablo Antiguo, eso ha cambiado.