De alguna manera, el Aero de Han Sen se activó. Se sentía increíblemente ligero, como si pudiera volar hacia el cielo en cualquier momento.
Mientras Han Sen continuaba observando los pájaros, de repente oyó un ruido sordo. Se dio la vuelta y vio una pared en el lado izquierdo del pasillo que se levantaba. Dentro, había una habitación. Un espíritu de tres metros de altura estaba de pie en su interior, y una simple mirada era todo lo que hacía falta para reconocer lo monstruosamente poderoso que era. Poseía tres ojos, los cuales brillaban de plata como el pelo del espíritu. Parecían vivos y llenos de emoción.
—Cien mil años. ¡Yo, Xie Qing, soy libre una vez más! —No perdió el tiempo, gritando a todo pulmón. Estaba rezumando una excitación parecida a la fiebre.