Los rayos estaban destrozando el campo de batalla y socavaron la esperanza de triunfo de los combatientes. Pero de repente, desde el rabillo de sus ojos, una llama roja bailó. Han Sen estaba allí de pie con una llama roja rodeando su ser. Levantó la mano y mil pájaros de fuego salieron disparados, hambrientos de muerte. Eran tantos que cubrían el cielo como un velo. Al principio, los pájaros de fuego fueron a por las hojas. Su tacto las incineraba sin esfuerzo. El fuego seguía ardiendo alrededor de Han Sen y él generaba más y más pájaros de fuego.
Cuando cada hoja fue destruida, un pájaro de sangre también desovó de sus cenizas. Donde antes había rayos, ahora había fuego. El bosque se había convertido en un furioso infierno, todo en respuesta a los caprichos de quien lo controlaba: Han Sen.