Crujido. Crujido. Crujido.
Cuando los arbustos crujieron, una sombra blanca saltó. Han Sen estaba congelado. Por los ojos rojos, creyó que un horrible monstruo le había estado observando. Pero ese no fue el caso en absoluto; todo lo que surgió fue un conejo blanco. Aparte de sus ojos de rubí, parecía un conejo común... salvo que medía unos tres pies de altura. Era como un osito de peluche de gran tamaño.
Aun así, Han Sen sabía que no debía bajar la guardia. Había visto muchas criaturas lindas en el pasado, unas que habían resultado ser seres crueles, viles y terribles que solo buscaban hacerle daño.
Han Sen podría decir que era una criatura mutante. ¿Cuántas cerraduras genéticas había abierto? No tenía ni idea. La forma física de Han Sen aún no había alcanzado las alturas de su Serpiente de Sangre Dragón. Para competir con este conejo, sabía que tendría que confiar en su modo de espíritu de súper rey.