Un solitario diente de león luminiscente pasó por la tienda, transportado por la suave brisa. Al principio, Han Sen pensó que era una especie de criatura especial la que se había acercado, y aunque no lo era, todavía lo miraba con cierta preocupación.
Fue una sorpresa ver el grupo de luces como poco más que flores, y fue un fenómeno muy curioso. Cuando habían puesto la carpa esa noche, ninguna de las flores estaba ahí.
Ahora, a través de cada porción visible del Desierto Negro, brotaron dientes de león. Eran interminables, y sus bonitas luces se extendían en cada dirección como una galaxia de estrellas. Cuando soplaba el viento, la galaxia se movía. Era una vista hermosa.