Han Sen creía que se le había freído el cerebro o que algo lo había poseído para hacerle decir lo que había dicho. Se había preparado un discurso conmovedor, pero de algún modo, su cabeza había pronunciado esas palabras sin ninguna razón.
—La culpa es de esta noche tan bonita —suspiró Han Sen.
Ji Yanran estaba que no cabía en sí del enfado y le gritó presa de una furia abrasadora. Con todo, aún tenía que darle una respuesta. No había dicho si sí o si no. Afortunadamente para él, cuando la vio al día siguiente, todavía llevaba el anillo en el dedo.
—Yanran, dijiste que nuestro abuelo quería reunirse conmigo. ¿Cuándo debería ir a verle? —dijo Han Sen mientras se acercaba a ella con una sonrisa en los labios.
—No tienes vergüenza. Todavía es mi abuelo, no el tuyo —dijo Ji Yanran con un ápice de timidez en la voz.
—Es lo mismo. Bueno, ¿cuándo deberíamos ir? —preguntó Han Sen.