La criatura parecía un tiranosaurio rex. Tenía escamas rojas coriáceas que cubrían todo su cuerpo y cuatro alas envueltas en fuego. Un cuerno espiral sobresalía de su cabeza y el fuego se retorcía de su nariz.
Sus ojos, tan grandes como ruedas de vagones, tenían llamas dentro de las pupilas, y miraban a Han Sen y Wang Yuhang. Exhalaba humo por la boca, que parecía las fauces abiertas de un volcán.
—Separémonos. Tú ve a la izquierda, y yo a la derecha —gritó rápidamente Han Sen antes de irse corriendo.
La criatura era intimidante y grande. Han Sen pensó en sacar su ballesta y disparar un rayo, pero incluso si perforaba las gruesas escamas del demonio, temía que solo lo golpeara con el poder de un palillo.