Han Sen persiguió a la langosta, la cual había alcanzado una profundidad de más de mil metros. La luz azul del pavo real se hacía más y más débil, un claro signo de que estaba muriendo.
Sus alas estaban rotas, partidas por las pinzas de la langosta. Sangre se esparcía en el océano de la carne rasgada, pintando el área en un tinte rojizo.
Han Sen sólo podía ver al pavo real cuando sus luces azules parpadeaban.
El rostro del pavo real se veía podrido. Su carne había sido desgarrada y derretida, lo cual exponía partes de su cráneo.
Por todo su cuerpo, las plumas que una vez formaron una melena de plumas majestuosas habían sido trituradas hasta volverse harapos. El tren de su espalda había sido arruinado por la cruel ferocidad de la langosta. El pavo real que antes se veía imponente y orgulloso ahora se veía más feo que un pollo sin piel.