Wang Liang y los otros evolucionados admiraban enormemente a Han Sen. Nadie a quien habían servido podía comandar con el talento que él tenía. Las batallas fueron instantáneas, asuntos de momento a momento que se transformaron y cambiaron a cada segundo. Mandar a las personas con anticipación de esa manera era notable, porque si alguien más hubiera dado órdenes, para cuando los evolucionados ejecutaran lo que se les había dicho, la oportunidad de hacer algo más se habría ido.
Pero Han Sen acababa de mandar a diez personas con una eficacia asombrosa. Fue rápido en emitir sus órdenes, eso era de esperarse, pero sus palabras nunca fueron apresuradas. Tomar esas órdenes impecables liberó a Wang Liang y su gente de una gran cantidad de estrés, por lo que pudieron hacer mucho más.