La sangre fluía por todos los seres vivos. Luego de 36 ciclos pequeños, un ciclo mayor se completaba. Han Sen sintió que la pesadez de su cuerpo se dispersaba, adoptando el peso de una pluma. Había una serenidad a su existencia que no había sentido anteriormente, como si las células en su cuerpo se hubieran avivado. Su metabolismo se aceleró, y energizó sus células. El dulce olor de pasto virgen y fresco permeó el aire.
—Oye, ¿te pusiste perfume? —preguntó Ji Yanran mirando a Han Sen, sentada a su lado. Olió y se acercó más, para inhalar su aroma.
—¡No en público! Espera a que volvamos a la habitación; ahí puedes hacerme lo que quieras —dijo Han Sen, tímidamente.
—Vete al infierno —dijo Ji Yanran, se sonrojó fuertemente y pellizcó su cintura en venganza. Aun así, no podía contener su curiosidad, así que siguió oliendo el aroma de Han Sen—. ¡Ese perfume es muy bueno! ¿Qué marca usas? ¿Cómo es que no lo noté antes? —dijo.