—Espera un segundo —dijo Han Sen, ordenando al grupo que se detuviera. Invocó al rey gusano roca dorado y le ordenó que volase a las puertas del refugio.
Pronto, el rey gusano regresó. El mensaje que le trajo a Han Sen era que no había nada en el refugio de espíritus, ni una sola criatura.
—¿Nada? —dijo Han Sen, frunciendo el ceño ligeramente. La situación era claramente algo que no esperaba.
El grupo marchó hacia el edificio y permanecía vigilante. Sin embargo, no encontraron nada. Era como si el refugio de espíritus estuviera completamente vacío.
Habiendo llegado a destino sin ningún problema, Han Sen abrió las puertas y entró al salón del refugio, el cual se veía como un palacio. Y verdaderamente, había una piedra espiritual con un brillo llamativo, posada entre las cejas de una estatua enorme dedicada a una deidad.