Luego de que Cero se arrojara al ave de fuego como una bola de cañón, atravesó el cuerpo ardiente del ave y apareció del otro lado. Aterrizó con gran fuerza en el pie de la montaña, e incluso rompió parte de ella.
Había un espíritu rojo y dorado que parecía una llama en manos de Cero. El ave de fuego rápidamente emitió un grupo, al tiempo de que su cuerpo de llamas simplemente explotó y se convirtió en fuegos artificiales.
Cero volvió junto a Han Sen y le arrojó el espíritu sin decir nada. Luego permaneció a su lado como lo hacía siempre.
—Este, ¡muchas gracias! —dijo Han Sen, sonrojado. Nunca trató bien a Cero, mientras que ella terminó lo que el intentaba hacer desde hace mucho tiempo, lo cual lo avergonzó un poco.
Cero no respondió y le dio a Han Sen una sonrisa dulce, con sus dientes brillando a través de sus suaves labios.