Al ver al rey gusano roca dorado consumir los cuerpos y crecer en tamaño, Huangfu Pingqing no podía evitar sentirse sorprendido.
—Señor Han, ¿es esta una mascota de sangre sagrada? —preguntó Huangfu mirando a Han Sen .
—Lo es. Pero es básicamente inútil. Lo único que hace es comer —rió Han Sen.
Había ganado el alma bestia del rey gusano de roca cuando estaba con Wang Mengmeng, así que no necesitaba esconderlo. Además, todos sabían que era difícil hacer que un alma bestia mascota se transformase, mucho menos una de sangre sagrada. Han Sen intentaba aprovechar cualquier oportunidad que tuviese para alimentar al rey gusano.
—Estás lleno de sorpresas. Es impresionante que tengas una mascota de sangre sagrada. Siempre quise una. Si pudieses vendérmela, prometo que te pagaré más que adecuadamente —ofreció inesperadamente Huangfu.