—No acepto en estos términos. ¿Podemos utilizar unos diferentes?— dijo Han Sen francamente.
Aunque estaba seguro de que él no perdería, no apostaría con lo que pertenecía a otros. Era una cuestión de principio.
—Sé que actuarás de esta manera— repuso Ji Yanran. Parecía haber adivinado que esto sucedería.—. Bueno, está bien si no me enseñas, pero tendrás que mostrarme como se hace hasta que yo no quiera ver nunca más. ¿Trato hecho?— dijo con desdén.
Sen pensó y concluyó que estaba bien.
Ji Yanran lo provocó: —¿Eres un hombre o no? Eres muy quisquilloso...
—Hagámoslo.
Sen firmó dos copias del contrato y las escaneó con su comunicador para verificarlas con su código personal, que era clave para la firma. Nadie podría imitar una firma, ya que estaba vinculada al número del comunicador y a la identidad personal.
Ji Yanran estaba encantada: pensaba que Han Sen había sido obligado a firmar. Rápidamente, hizo lo mismo.