—¡Linley, sal!
El grito explosivo de Olivier aún resonaba en el Coliseo, pero Linley parecía ser sordo al mismo. Permaneció en una rodilla, al lado de su hermano menor, discutiendo algo con él, aparentemente sin haber oído el grito de Olivier en absoluto.
Olivier, de pie en el aire, no pudo evitar fruncir el ceño.
—¿Qué está haciendo el Maestro Linley? ¿No oyó eso?
—Imposible. ¿Tal vez tiene miedo de Olivier?
...…
Las personas en el Coliseo estaban desconcertadas por la falta de reacción de Linley. Después de dejar escapar ese grito enojado, Olivier se quedó en silencio, mirando fríamente desde la mitad del aire a Linley.
Después de terminar su conversación con su hermano menor, Linley giró y miró hacia arriba a Olivier. En ese instante...
¡Sus miradas se encontraron! Uno en el suelo, el otro el aire.
Sus miradas parecían colisionar en el aire como los golpes físicos.