—Luo Sheng, ¿aún me recuerdas? Luo Sheng...
Luo Sheng contempló débilmente a Long Jie y gimió con voz raposa:
—¡Long Jie!
—¡Gracias a Dios! —exclamó. Al ver que Luo Sheng estaba mentalmente estable, Long Jie juntó sus dos manos—. ¿Sabes el susto terrible que nos has dado?
Luo Sheng yacía congelado en la cama, completamente confundido sobre cómo se había lastimado y qué había pasado. Había hecho todo lo posible por recordar la noche anterior, pero aparte de la imagen de las luces cegadoras, no podía recordar nada.
—¿Me he hecho daño?
—Sí, te lastimaste muy seriamente —asintió Long Jie —. Pero no tienes que preocuparte. Tu doctor es extremadamente hábil y definitivamente te curará.
Luo Sheng extendió su mano para tocar su cabeza y descubrió que estaba envuelta en un grueso vendaje. Aparte de eso, su ojo derecho también estaba vendado.