Para entonces, la mente de Yang Xi estaba en blanco. La mirada de Mo Ting la aterraba y sentía pánico de su venganza. Este hombre noble, con el porte de un rey, estaba cubierto de un aura peligrosa de la cabeza a los pies.
—Por favor…, por favor, déjeme ir...
Todo lo que Yang Xi pudo decir fueron unas pocas palabras sencillas. Sin embargo, su voz era tan suave que incluso a ella le costaba oírse a sí misma.
¡Estaba suplicando clemencia!
Si el público creía que todo lo que había tramado contra Tangning seguían estando dentro de ciertos límites, entonces esta vez Mo Ting finalmente entendió una cosa: el público debía pensar que se había vuelto más cuidadoso después de casarse. Parecía que cuanto más poderoso era, más segura estaría Tangning.