—Eso es porque…
—Eso es porque nunca actué contra ti —interrumpió Mo Ting terminando la oración del Presidente Fan—. Una persona no existe únicamente para hacerse feliz a sí misma.
—Habrás gastado un montón de dinero para sobornar al codicioso de mi cuñado —rio el presidente Fan.
—No importa. Al fin y al cabo, volverá a mis manos de todas formas —respondió Mo Ting—. Además, uno tiene que pagar la apuesta para poder jugar.
En la oscuridad, el Presidente Fan miró a Mo Ting sentado a lo lejos y de repente sintió escalofríos que le recorrían la columna vertebral. Porque, en ese momento, finalmente se dio cuenta de que había algunas personas a las que no podía permitirse ofender.
—Estoy seguro de que tu primer amor no querrá morir si se entera de que te esforzaste tanto en proteger a su hermano.
Con la mención de un viejo recuerdo, los ojos del Presidente Fan se pusieron rojos de repente.