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Se venía otra espera difícil hasta las ocho de la noche.
El autor caminaba de un lado a otro de su casa con un temor sincero. Se dio cuenta de que Hai Rui no era fácil de tratar y que no debería haber aceptado la sugerencia de Song Xin desde el principio movido por la codicia. En realidad había creído las palabras de Song Xin y pensaba que Hai Rui nunca descubriría la verdad. No obstante, jamás se le había ocurrido pensar que Hai Rui era Hai Rui por una razón. ¡Alguien él nunca debería haberlo subestimado!
—¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer? —farfulló. Carcomido por la culpa, el autor volvió a llamar a Song Xin. Sin embargo, Song Xin no respondió a su llamada.
Aunque dudaba de que Hai Rui pudiera encontrar más información, era lo suficientemente astuta como para evitar las llamadas telefónicas del autor y reducir así el riesgo de que la descubrieran.