En este momento, frente a los periodistas sucios y al agujero negro de las cámaras, Xia Yuling puso sus más de 20 años de secretos sobre la mesa.
Ya no tenía miedo de sentirse avergonzada.
Entre su hija y su esposo, ella ya había elegido el lado equivocado durante demasiados años. Ahora era el momento de poner todo en orden.
—Espero que los medios puedan dejar de insultar a mi hija llamándola hija de una amante. Yo, Xia Yuling, soy la legítima esposa de Tang Qinwen, y mi hija Tangning es su hija legítima.
—Si aún tienen dudas, puedo prestarles la evidencia... nada de esto puede ser falsificado.
—También me gustaría prometer algo. De ahora en adelante, no dejaré que nadie vuelva a lastimar a mi hija.
Los medios de comunicación saltaron frenéticamente al escenario con sus cámaras; querían capturar cada pequeño detalle de las expresiones faciales de Xia Yuling.