Después que los Quan se fueron, Mo Ting se dio la vuelta y miró a Tangning. Con una voz cariñosa y empalagosa, preguntó:
—Accediste muy rápido, ¿No tienes miedo de perder?
—Sé cómo jugar al póker —respondió Tangning—. Conmigo aquí no tienes que hacer ningún movimiento.
—Pero este juego es el fuerte de este chico malcriado. ¿Segura que puedas ganar?
—No me vas a dejar perder —repuso Tangning agachando la cabeza y respiró hondo—. No me preguntes cómo aprendí a jugar al póker, eso está en el pasado. Esta noche, simplemente quiero pelear por ti. ¿Me dejas hacer eso? —preguntó, mientras se colgaba de su manga.
Mo Ting inclinó su cabeza, observó su delicada mano y rió
—¿Acaso puedo negarme?
—Pero si pierdo…
—Entonces yo perderé en tu lugar.
Tangning no pudo evitar reír: —Confía en mí, solo esta vez.