Indefenso ante el pedido de su novia, Lu Che se dirigió al apartamento de Fang Yu, el cual no había visitado en mucho tiempo. Sin embargo, fue recibido en la puerta por una niña de tres o cuatro años, quien luchaba por abrirle la puerta. Lu Che miró detrás de la pequeña y le dedicó una mirada interrogadora a Fang Yu.
Su rostro estaba pálido y su frente estaba cubierta de sudor. Era obvio que estaba gravemente enfermo.
—¿Estás bien? ¿Esta niña es…? —preguntó Lu Che, confundido por la escena que tenía ante sí.
—La hija de mi hermana.
—¿Desde cuándo tienes una hermana? —inquirió Lu Che, descubriendo su mentira de inmediato. —¿Por qué la hija de tu hermana se parece tanto a ti?
Fang Yu sonrió: no había esperado que lo cogieran con las manos en la masa.