Lu Tingxiao se agachó y le dio una palmadita en la cabeza a su hijo.
—Es verdad. Eres el hijo de tu madre y de mí.
Los ojos del pequeñín brillaron cuando recibió una respuesta afirmativa de su padre.
—¡Lo sabía! Desde la primera vez que vi a mamá, supe que mamá era realmente mi madre.
Ning Xi lagrimeó un poco mientras miraba el adorable panecillo. Ella le dio un gran abrazo.
—Cariño, ¡pellízcame rápidamente y dime que no estoy soñando! ¿Cómo pude haber dado a luz a un niño tan lindo e inteligente que es amado por todos? ¡Soy tan increíble!
El panecillo no pellizcó a Ning Xi. En vez de eso, simplemente besó a Ning Xi en su mejilla.
—Creo que yo también estoy soñando. ¡La madre que es tan brillante como una princesa y tan hermosa como las rosas es en realidad mi madre! ¡Estoy muy contento! ¡Yo también soy increíble!