Sobre ellos había un cielo lleno de estrellas. A su alrededor, las coloridas linternas daban al césped una capa de brillo de ensueño. En medio del lugar, el hombre guapo y la chica que estaba delante de él, que era tan espléndida y conmovedora como un sol abrasador, habían fijado sus miradas en silencio el uno en el otro. Esa escena fue tan hermosa como un cuento de hadas.
Cuando vieron el suave beso de Lu Tingxiao mientras abrazaba a Ning Xi y oyeron a Lu Tingxiao murmurar esa palabra extremadamente cariñosa "mi señora", aquellas herederas, que antes se habían quedado atónitas con el traje de Ning Xi, se quedaron estupefactas.