Pasó el invierno y llegó la primavera. Rápidamente, había pasado un año.
Temprano por la mañana, el sanatorio, muy vigilado, seguía siendo frío y solitario, como de costumbre. Había una mesa de roca bajo el árbol de la sombrilla china y dos hombres estaban jugando ajedrez en ella. El hombre frente a Zhuang Zongren tenía una pieza de ajedrez negra en la mano. El anillo en su dedo dio un brillo fugaz.
El hombre llevaba su traje negro de siempre, abotonado hasta las mangas. La frialdad que solía irradiar, que podía asfixiar a cualquiera que estuviera a su lado, se había suavizado y se había convertido en un aura más fiable y madura.
—Eso fue rápido... Ha pasado un año…—Zhuang Zongren suspiró mientras miraba al cielo.
El hombre no dijo nada, pero el dedo que sostenía esa pieza de ajedrez negra se detuvo.
Después de un tiempo, Zhuang Zongren dejó su pieza de ajedrez y le preguntó al hombre de enfrente.
—Dime, ¿qué es lo que quieres de mí esta vez?