—¡Hermana, puedes dormir en mi habitación! ¡He lavado y secado mis sábanas! —Tang Nuo anunció.
Después de recibir la llamada de Ning Xi esa mañana, había dejado sus cosas de lado y lavado sus sábanas, por si acaso ella necesitaba quedarse a pasar la noche.
Anteriormente, Ning Xi dormía en el pequeño almacén con varias baratijas por ahí. Después de tantos años, por supuesto, ya no se podía dormir en esa habitación.
—¿Dónde dormirás? —preguntó Ning Xi.
—¡Dormiré en el suelo de la sala de estar! —A Tang Nuo no pareció importarle.
En ese momento, la expresión de la anciana señora Tang se transformó en asombro.
—¿Cómo puedes hacer eso? ¿Qué pasa si pescas un resfriado?
—Abuela, soy un hombre. Me parece bien dormir en el suelo. No puedo dejar que una chica haga eso, ¿verdad?