—Hermana Shiyi, ¿estás...? ¿Estás bien? —preguntó tímidamente la asistenta de Meng Shiyi. La expresión de Meng Shiyi era honestamente espantosa.
—¡Esa maldita bruja! ¿Cómo se atreve a arrebatarme a mi hombre? ¿Ella realmente pensó que con el apoyo de la Corporación Lu, no me atrevería a tocarla? —siseó Meng Shiyi con una aterradora furia.
La asistenta resonó en el costado:
—¡Sí, sí, sí! ¡Hermana Shiyi, no tienes que hacer frente a nadie en esta industria del entretenimiento! ¡Esta mujer es una descarada! ¡Deberíamos mostrarle algo! Si el Presidente Meng lo supiera, ¡seguro que estaría en apuros!
Meng Shiyi se mofó:
—¿Tengo que confiar en mi padre para tratar con alguien como ella?
La asistenta respondió sin objeciones:
—¡Claro que no! Hermana Shiyi, ¡puedes acabar con ella con tus habilidades de actriz!
—¡Siguiente set! Ning Xi, Shiyi, las dos, por favor, ¡prepárense! —gritó Guo Qisheng desde un costado.