—De nada. Después de todo, somos de la misma compañía —contestó Ning Xi.
La actitud realista de Ning Xi hizo que Li Yiqing se sintiera aún más agradecida.
—Hermana Xi, mi abuelo es un médico de medicina tradicional china y es muy bueno para los masajes. He estado aprendiendo de él desde que era una niña. ¿Quieres que te dé un masaje?
Ning Xi sonrió.
—Está bien, puedes trabajar en tus cosas. No dejes que afecte tu trabajo.
Li Yiqing agitó la cabeza.
—En realidad no, ¡ya he terminado mi audición! Permítame ayudarle con un masaje como muestra de aprecio por lo que acaba de ocurrir. ¡Si no, me sentiría muy mal por ello!
Ning Xi vio los ojos apasionados de la niña, por lo que no pudo rechazarla.
—Muy bien, gracias.
—¡Está bien! —Li Yiqing estaba detrás de Ning Xi alegremente, sus manitas pálidas sobre los hombros de Ning Xi y empezó a dar masajes.
