Cuando Ning Xi regresó, Jiang Muye finalmente suspiró aliviado.
—¿Por qué tardaste tanto? ¡Pensé que habías caído dentro del inodoro! —preguntó.
—¡Peor que un inodoro, caí en la guarida de unos lobos!
Ning Xi se sentó en el sofá, seguía en shock.
—¿A qué te refieres? —preguntó Jiang Muye frunciendo el ceño
—Me equivoqué de habitación. No lo creerás, ¡estaban todos estos magnates de la ciudad bajo el mismo techo! Incluso había un gordo desagradable, que no me dejaba ir, ¡y quería obligarme a tomar con él! —relató Ning Xi.
—¿Qué?
El rostro de jiang Muye cambió instantáneamente, y la observó de pies a cabeza.
—¿Cómo hiciste para escapar?
—Porque tuve suerte y me tope con el jefe más grande de todos los jefes —dijo Ning Xi luego de tomar aire profundamente.
Al oír esto la expresión de Jiang Muye ensombreció y dijo:
—¿No me digas que fue Lu Tingxiao?
Ning Xi hizo un chasquido con los dedos.